15 Oct OTOÑO EN LA ALHAMBRA
Camino lentamente por donde se alarga la Carrera del Darro, a los pies de La Alhambra. El río cursa pausado a mi derecha. Cruzo el puente y enfilo la Cuesta del Rey Chico. La mañana es un poco fresca, hay algunas charcas en el suelo y las tunas del camino tienen un verde mas intenso, aún están mojadas por la fina llovizna que ha caído durante la noche.
Llego a una de las murallas de la Alhambra. El riachuelo baja con prisa por la pendiente, su caudal es constante. Los árboles del camino destellan con la paleta de ocres y dorados, que en sus hojas aún conservan motitas de gotas de lluvia. El Otoño ha llegado a La Alhambra.
OTOÑO EN LA ALHAMBRA
Visitar La Alhambra en Otoño es un placer para todos los sentidos. El canto de los pájaros, el crujido de las hojas al pisar, el constante rumor del agua por todo el monumento, el olor a tierra mojada… Miles de flores salpican bonitos colores en el rojizo manto que se convierte La Alhambra en Otoño. Las frutas de temporada, caquis y granadas con rojos y anaranjados intensos, apunto de ser recolectados. Algún que otro pajarillo picando el interior del sabroso fruto. La Alhambra se puede sentir. Se siente arte, naturaleza, historia….
No es la primera vez que visito La Alhambra, pero en esta estación las estancias del recinto Nazarí poseen una luz singular, dejando perplejo a todo el que la visita. Según la estación del año y la hora del día, la luz en el conjunto de la Alhambra cobra un protagonismo especial.
Por todos los jardines, palacios y estancias se oye el rumor del agua. Es un elemento fundamental en La Alhambra, como abastecimiento del monumento, como elemento purificador y como función estética. Se puede apreciar en las acequias, utilizando los desniveles para conducir el agua, en el acueducto de la Cuesta del Rey Chico, en las decenas de fuentes de mármol y en los estanques del “El Partal”, que cobran vida por los múltiples peces de colores.
Al terminar la visita, bajo lentamente por el mismo camino por donde subí a La Alambra, por la Cuesta del Rey Chico, cuesta por la que Boabdil camino del exilio, abandonó La Alhambra y con ello su reino. En mis manos llevaba un ejemplar de “Cuentos de La Alhambra” de Washington Irving. Me senté cerca del riachuelo y no puede evitar ojear el libro. En ese momento solo pensaba en Boabdil, en aquella famosa frase que le dijo su madre Aixa “No llores como una mujer lo que no supiste defender como hombre” y en el dolor que debió sufrir al alejarse del maravilloso reino que acababa de entregar a Los Reyes Católicos.
” Espoleé mi caballo y llegué a lo alto de una roca desde la cual lanzó Boabdil su última y apesadumbrada exclamación, cuando volvió sus ojos para dar el adiós de despedida, y que se llama el ultimo suspiro del moro. ¿A quien extrañará su angustia al verse arrojado de un reino y de una residencia semejantes? Al salir de La Alhambra, le parecía abandonar todo el honor de su estirpe y todas las glorias y delicias de su vida.
Fue aquí también donde su aflicción se hizo mas amarga con el reproche de su madre Aixa, la misma que tantas veces le ayudara en horas de peligro, y que trató en vano de infundirle su propio y resuelto ánimo. << Llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre>>; palabras estas que delataban mas el orgullo de la reina que de los temores de la madre.”
Recuerdos de Boabdil, Cuentos de La Alhambra
Washington Irving.
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