18 Feb ABADIA DE FONTENAY, EL SECRETO DE LA BORGOÑA
La Abadía de Fontenay es Patrimonio de la Humanidad y se encuentra en los alrededores de Montbard, en el departamento de la Côte-d’Or en la región Francesa de La Borgoña. Bernardo de Claraval sabía lo que hacía cuando envió a los primeros monjes a hacer catas de drenaje en aquel lugar. El objetivo, construir una abadía próspera, que ofreciera la paz y el retiro que buscaban los cistercienses.
ABADIA DE FONTENAY, EL SECRETO DE LA BORGOÑA
Hace unos meses, en nuestra Ruta por la Borgoña, visitamos La Abadía de Fontenay. Fuera del recinto hay una zona en la que puedes aparcar fácilmente el coche. Un pequeño riachuelo con hambrientos patos, nos dio la bienvenida. El enclave donde se ubica no puede ser mas propicio para un monasterio. Alejado del mundanal ruido, rodeado de una extensa vegetación y salpicado de pequeños riachuelos. Estos monjes si que sabían.
El precio de la entrada es de 10€ y es uno de los lugares que realmente merece la pena visitar. Tras la cancela de la entrada, un bonito conjunto arquitectónico de edificios bien planteados con unos jardines salpicados de flores en todo su esplendor. Mi consejo para visitar la abadía de Fontenay es seguir el plano que te dan en la entrada cuando compras el ticket.
¿Te apetece seguir esta visita? Pues antes voy a hacer una pequeña introducción de su historia.
UN POCO DE HISTORIA
La Abadía de Fontenay fue fundada en 1118 por San Bernardo de Claraval y es una de las mas antiguas abadías de la orden del cister. Los cistercienses querían reformar la vida monástica y seguir estrictamente la Regla de San Benedicto, que recomendaba una vida austera, en la que su primer mandato era «Ora et Labora», «Reza y Trabaja». Mas de 200 monjes vivían en la abadía y eran autosuficientes. Se dedicaban a la agricultura, a la ganadería, a la piscicultura y a la metalurgia. Esta última es la primera le hacían obtener suntuosos ingresos.
La decadencia del monasterio comenzó en el siglo XVI, con el régimen de la encomienda, donde los abades no eran elegidos por los monjes, si no designados por el Rey a dedo.
Durante la Revolución Francesa, la abadía tenía solo doce monjes y fue vendida como propiedad nacional en 1790. En 1820 fue adquirida por Élie Montgolfier (inventor del globo aerostático) que transformó el monasterio en una papelería.
A primeros de siglo XX, Edouard Aynard, un banquero y coleccionista de arte de Lyon, compró la abadía a su suegro, el Señor Montgolfier. Entonces comenzó un arduo trabajo de restauración que consistía en desmantelar los edificios construidos para la papelería.
En la actualidad la abadía sigue perteneciendo a la Familia Aynard.
EL PALOMAR
Comenzamos la visita rodeando el palomar. El Palomar de la Abadía de Fontenay tiene gruesos muros en su torre circular y está perfectamente conservado. La cría de palomas, es una actividad conocida desde la antigüedad, pero en Francia comenzó con la dominación romana ya que fueron ellos quienes mejor apreciaron y transmitieron las utilidades de estas aves. La paloma en la antigüedad era símbolo de divinidad. En Fontenay, los monjes también utilizaban los excrementos como abono en la agricultura. Al ser esta región rica en extensos viñedos, y tan valorados sus caldos, este abono gozó de tener un valiosa calidad.
LA IGLESIA
Tras el palomar está la iglesia. Personalmente me asombré al entrar por su portada. El color cálido de la piedra y la luz difusa hacen que esta tenga un esplendor propio. Es de estilo románico muy puro, con severas formas arquitectónicas. La riqueza ornamental no tiene cabida en esta iglesia, los capiteles apenas están esculpidos, nada que distraiga la oración.
EL DORMITORIO DE LOS MONJES
Una bella escalera situada a la derecha del altar, conduce al dormitorio de los monjes. Al entrar en la estancia, sorprende su amplitud y sobre todo el techo de madera de castaño que recuerda el casco de un barco invertido. El interior es diáfano y limpio. La Regla de San Benedicto estipulaba que todos los mojes del monasterio debían dormir todos en un solo dormitorio, excepto el Abad. Estos se instalaban en sencillos jergones de paja en el suelo. Esta sala no disponía de calefacción, supongo el frío en invierno no pasaría desapercibido.
EL CLAUSTRO
El claustro ofrecía a los monjes la oportunidad de meditar al abrigo de la intemperie. Un bello conjunto de cuatro galerías rodean el patio. La arquitectura sigue siendo austera, como en todo el monasterio, aunque aquí se aprecia sencillos capiteles con motivos vegetales. Desde el centro del claustro, puede verse el campanario de la abadía y las chimeneas del calefactorio, del siglo XII y muy bien conservadas. Bajo las arcadas de la galería del claustro, se respira paz y tranquilidad, ideal para dejar correr tus pensamientos.
LA SALA CAPITULAR
En la Sala Capitular, todos los días se reunían los monjes con el Abad. Trataban los asuntos concernientes a la comunidad, leían y comentaban un «capitulo» de la Regla de San Benedicto. Esta sala capitular sorprende por el color de la piedra y sus elegantes pilares y bóvedas del Siglo XII. Los asientos de las ventanas tienen unas curiosas losas esmaltadas con dibujos geométricos.
CALEFACTORIO
En el calefactorio estaba situada la cocina. El frío arrecia esta zona de Francia durante el invierno, así que el calefactorio está situado junto a la sala capitular, el escriptorium, y en la planta baja del dormitorio de los monjes. Esta posee dos grandes chimeneas y es la sala donde únicamente estaba autorizado el fuego. Aún se aprecia manchas negras del fuego en la pared y en el techo.
EL ESCRIPTORIUM
Al escriptorium se accede desde el calefactorio mediante una pequeña puerta que une ambas salas. La luz entra a raudales por sus grandes ventanales, así que era perfecta para que los monjes copiaran los manuscritos. Posee unas robustas bóvedas de medio punto apoyadas en columnas que se abren como palmeras que asombra por su belleza austera. Esta sala está bordeada por un amplio jardín.
LA FRAGUA
Sorprendentemente la fragua de la Abadía de Fontenay fue la primera fábrica de metalurgia de Europa y es aquí donde se utilizó por primera vez el martillo hidráulico. Los monjes eran autosuficientes. Sacaban el mineral de las colinas que rodeaban el monasterio y fabricaban sus propias herramientas. Estas también eran vendidas en los mercados de los alrededores. Una gran rueda de molino gira, gracias a la desviación del río de Fontenay. Esta accionaba el gran martillo que batía el hierro. Frente a la fragua hay un bonito estanque, donde los monjes practicaban la piscicultura. Sus truchas eran famosas en la mesa de los Duques de Borgoña.
DATOS UTILES
Precio: 10 €
Duración de la visita: 1 hora pero el lugar requiere ser visitado con tranquilidad
Parking: Gratuito en las inmediaciones del monasterio.
Como llegar: La abadía pertenece al municipio de Montbard. Una vez allí hay que seguir la carretera D32. Está a solo unos kilómetros.
Teresa Lorenzo
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